viernes, 7 de diciembre de 2012

STELLA MCCARTNEY: ENTREVISTA MODA MAGAZINE


Aparece la diseñadora con un atuendo primaveral, que no resulta del todo inadecuado en el cálido otoño barcelonés. Sin maquillaje aparente, en su cara destacan dos enormes y expresivos ojos azules que miran al interlocutor directamente y con franqueza. Y que parecen restar años a los 41 que Stella McCartneycumplió en septiembre.

Casada con el consultor creativo Alasdhair Willis y madre de cuatro hijos, Miller, Bailey, Beckett y Reiley, tiene su tiempo bien repartido entre el diseño de ropa, de accesorios y perfumes, colaboraciones con otras marcas y con artistas, la gestión de su firma y sus obligaciones familiares –“ser madre es mi prioridad en la vida, en segundo lugar soy diseñadora de moda”, afirma–.
Vive entre el glamuroso Notting Hill londinense y Worcestershire, en el campo, donde disfruta de paseos a pie y a caballo y, sobre todo, de tiempo para dedicar a los pequeños. Es vegetariana estricta, una firme defensora de los animales y nunca lleva nada de piel ni de cuero, ni siquiera los bolsos y los zapatos, e incluso rehúsa sentarse en una silla que esté tapizada en cuero. Y, por supuesto, tampoco incluye ese material en sus colecciones de ropa.
En 1995 se graduó en Moda por la prestigiosa Saint Martin’s School de Londres, y perfeccionó sus conocimientos con el sastre Edward Sexton, en Savile Row, la calle de la capital británica que reúne a los más reputados sastres a medida del mundo. Dos años después la ficharon como directora creativa de Chloè, puesto en el que se dio a conocer y que dejó en el 2001 para lanzar su propia marca de la mano del grupo Gucci.
A España la trajo la entrega, en Madrid, de la T de Telva como mejor diseñadora internacional y la inauguración de su primera tienda en el país, abierta hace unas semanas en el paseo de Gràcia barcelonés, donde parece que buscan su lugar las firmas de moda más reconocidas. Ha elegido Barcelona, explica, “porque es una ciudad con mucha historia, cultura y un ambiente artístico que me inspira”. También porque guarda muy buenos recuerdos, explica, de las veces que la ha visitado de forma privada con su marido y sus hijos. Y todavía hay otro motivo, y es que cuenta con una buena red de distribución y una considerable clientela gracias a que su firma lleva varios años entre las que ofrece la tienda multimarca Santa Eulalia. En la cafetería de este establecimiento se reúne a tomar el té con una selecta representación de clientas y admiradoras.
Hija de Paul McCartney y de la fotógrafa Linda Eastman –fallecida en 1998, cuando Stella tenía 18 años, y que formó el grupo musical Wings con el beatle–, se confiesa orgullosa de su apellido y de su familia, aunque admite que, en determinados momentos, la sintonía no ha sido tan buena como ahora.
Aunque, seguramente le habrá reportado más ventajas que inconvenientes. De entrada, para su desfile de graduación de la Saint Martin’s School, en 1995, contó con sus amigas, modelos de la categoría de Kate MossYasmin Le Bon y Naomi Campbell, un privilegio vetado a la inmensa mayoría de sus colegas de estudios. Que le compraran esa colección para vender en tiendas como las londinenses Tokio, en Browns, Joseph, y las neoyorquinas Bergdorf Goodman y Neiman Marcus ya fue un mérito propio, que confirmarían sus éxitos posteriores.
¿Llamarse McCartney es, pues, un buen punto de partida?
No tengo una respuesta clara para esa pregunta, porque me ha favorecido en ocasiones y también ha sido un inconveniente. Unas veces me ha abierto puertas y otras me las ha cerrado. En determinados momentos de mi vida, era algo que me preocupaba, y en otros, podía llegar a olvidarme. Lo que puedo asegurarle es que he trabajado muy duro para llegar donde estoy, y estoy convencida de que cuando muestro el resultado de mi trabajo nadie se plantea quién es mi padre o quién ha sido mi madre. Lo cierto es que mi vida ha sido alucinante y no me quejo de mi herencia familiar.
Ha sido usted muy valiente abriendo una tienda en un país en crisis como es España.
Soy una persona muy intuitiva y por eso casi nunca tomo decisiones pensando sólo en términos económicos. Hago las cosas porque las siento y porque creo que van a funcionar. Además, España es un país que me gusta, y pienso que no hay que salir huyendo de un lugar cuando las cosas no van bien del todo. Tengo fe en que todo va a ir mejor para este país.
¿En qué ha cambiado la moda desde que empezó usted, hace doce años?
Muchas cosas son distintas. Pero lo que más ha cambiado, y debería seguir cambiando, es la ética y la responsabilidad acerca de los productos que fabricamos y vendemos. Si se lo están planteando otras industrias, no entiendo por qué la moda debería mantenerse al margen.
¿Se refiere a no utilizar piel de animales?
Exacto, tampoco uso PVC ni otros materiales perjudiciales para el medio ambiente. Para mí, el verdadero desafío de la moda para el futuro es controlar que la producción se haga en los términos más éticos posibles, sin dañar ni al planeta, ni a las personas ni a los animales. Pero no sólo es culpable quien mata a un animal para hacer unos zapatos o un bolso, también el consumidor tiene que ser responsable de su compra.
¿No le interesa la moda como forma de expresión?
Por fortuna, eso también ha cambiado, y ahora las mujeres ya no están tan pendientes del dictado de los diseñadores. Es así porque se sienten cada vez más seguras de sí mismas y saben discernir lo que es bueno para ellas. Recuerdo que muy al inicio de mi carrera, esperaban salir de la tienda con todo a conjunto, desde la ropa hasta los zapatos y el bolso. Ha acabado la dictadura del total look. Ahora se mezcla una prenda de temporada con otra de hace tiempo; algo muy caro, con una cosa barata. La mujer decide cómo vestirse, y el diseñador es un consejero.
Defina qué es la moda para usted.
Tiene que ver con la belleza, la tradición, el lujo; pero también con la sensibilidad y los sueños. Y tiene mucha relación con la psicología y la mente. Yo tengo en cuenta a la mujer y sus necesidades, pero lo que más me interesa es cómo la moda llega a formar parte de su vida y hasta qué punto incluso puede mejorarla. Sin olvidar que a la moda del siglo XXI hay que exigirle que se haya producido de la forma más correcta posible. Lo que tengo claro es que cada vez me interesa menos cuando alguien dice: “Me voy a vestir de tal color porque es el de la temporada”.
Hace unas décadas, la forma de vestir permitía saber a qué grupo pertenecía cada uno. ¿Sigue siendo así?
Ya no existen movimientos tan fuertes como el hippy, el punk o el grunge, y el único movimiento en el que creo es en el que desafía los convencionalismos de la moda. Para mí no se trata sólo de ofrecer una determinada imagen, sino de la emoción que conlleva, y de plantearse qué y por qué lo compras.
¿Recuerda cuándo decidió que quería ser diseñadora de moda?
Siempre me ha interesado el lado creativo de la vida, las cosas bonitas. Desde niña me atraía la estética, lo visual, los pequeños detalles. Y, por suerte, mi familia me permitía desarrollar ese talento.
¿Un traje es una obra de arte?
Si le soy sincera, considero que todo en la vida puede ser una forma de arte. Artista puede ser un arquitecto, un ingeniero, un decorador de interiores, no sólo el músico, el pintor o el escultor. Aunque, para mí, la forma sublime del arte es la naturaleza.
¿La razón de ser de una firma de ropa es vender?
Diseñar es un proceso creativo global que te obliga a calibrar todas las razones que mueven a hacer una prenda. Yo me cuestiono todos y cada uno de los aspectos que intervienen en ese proceso, que es alucinante, y en ese trayecto no me preocupa en absoluto si el producto resultante se va a vender más o menos. Me considero una diseñadora emocional y lo que pretendo es que mi ropa provoque alguna emoción a quien se la pone. No tengo una sola razón para hacer lo que hago, tengo muchísimas, pero vender no es la primera.
¿Ha visto alguna vez que alguien que llevaba su ropa no respondía a lo que usted esperaba?
No, porque para empezar, no hay que esperar nada. Lo que importa no es si la ropa sienta mejor o peor a una persona, sino que la ha incorporado a su vida. Claro que me gusta ver a mujeres que se ponen lo que yo hago, pero cómo lo lleven es una parte del proceso que no puedo controlar. Cada persona tiene que ser libre de vestirse como prefiera.
¿Tampoco le emociona ver a mujeres vestidas con sus creaciones?
Por supuesto que sí, me hace sentirme orgullosa, como si hubiera conseguido una hazaña.
¿Qué parte del éxito de los Juegos Olímpicos de Londres le corresponde como diseñadora de los uniformes?
Una muy pequeña. Pero fue un gran honor que me eligieran, fue emocionante, una experiencia increíble, alucinante, algo que ocurre una vez en la vida.
Y que habría sido más difícil sin su experiencia anterior con Adidas.
Por supuesto, ya estaba muy familiarizada con la ropa deportiva, que necesita unas prestaciones muy distintas de la de calle. Ya llevo ocho años haciendo mi línea para Adidas y tengo claro qué es lo que necesita un atleta. La novedad fue que no sólo debía hacer la ropa de competición, sino también la de las ceremonias de inauguración y clausura, los complementos, todo. La parte más complicada era que la ropa expresara las connotaciones emocionales que tiene representar a una nación.
Su colaboración con esa marca es sólo una de las cosas que hace al margen de dirigir su propia empresa. ¿Cuáles son sus proyectos más inmediatos?
Estoy haciendo el vestuario de un ballet de Londres. Pero intento centrarme en Stella McCartney, porque acabamos de lanzar una línea infantil y el objetivo es consolidarla. También requiere mi atención la apertura de nuevas tiendas, que es algo muy emocionante, porque lo hago todo, con un equipo, por supuesto, desde pensar el concepto hasta el interiorismo. Y participo en campañas de defensa de los animales, de preservación del medio ambiente, en favor de los derechos de la mujer. Ahora estoy muy emocionada con la creación de fragancias y productos de belleza y de objetos para la casa. Pero no piense que sólo me gusta lo creativo, también disfruto ocupándome de los asuntos meramente empresariales.
¿Algo que odie de su trabajo?
Nada. ¿Cómo podría? ¿Puede imaginar cuántos millones de personas en el mundo querrían ser diseñadores de moda? Tantos, que haberlo conseguido es una bendición: tengo un equipo estupendo con el que es un placer trabajar. Lo único que me gustaría es dedicar más tiempo a mis hijos.
¿No le da la impresión de que el desfile es una pérdida de tiempo? Tanto trabajo, para sólo unos minutos de exhibición.
Cuánta razón tiene. Pero es indispensable, es una especie de conversación instintiva que mantienes con los espectadores. Es un viaje, y en cada uno de los desfiles de cada temporada intento poner el máximo de energía para empujarme a mí y a la marca hacia nuevos territorios, hacia aguas desconocidas, pero manteniendo la esencia, el lenguaje y las emociones propios de la marca. Es una conversación muy delicada y fundamental.
¿Londres ha perdido protagonismo como cuna de las tendencias?
Hay muchas ciudades de las que parten las tendencias. Aunque me considero muy global, Londres siempre me ha inspirado, es la ciudad en la que he nacido, donde tengo mi negocio, y me encanta vivir allí. Es un lugar donde se mezclan muchas culturas, donde se expresan muchas cosas y donde se concentra todo, llegan novedades de todas partes, se mezcla la historia con la cultura moderna. Y eso es muy enriquecedor. Es una ciudad fantástica.
¿Qué es lo que más le inspira en el momento de crear?
Las mujeres.
A veces da la impresión de que los creadores son los peores enemigos de la mujer, porque presentan en los desfiles chicas que no parecen reales.
Yo intento hacer ropa para todas las mujeres, mayores y jóvenes, altas y bajas, y no soy muy partidaria de contratar a modelos muy jóvenes y delgadas, tiendo más a buscar la naturalidad, el aspecto saludable, la frescura.
¿Algún sueño que aún no haya podido cumplir?
No se lo voy a contar a usted... Me entusiasma la idea de hacer ropa masculina algún día. Por ahora sólo tenemos un servicio en la tienda de Londres de trajes a medida que nos hacen en Savile Row. Pero, créame, tengo tantas cosas entre manos que no puedo hacer nada más. Consolidar la imagen de marca es mi prioridad.


That Hippie Penny Lane
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